¿Alguna vez has escuchado hablar de los líquenes? Son organismos que nacen a partir de un hongo y alga unicelular. Ellos decoran usualmente los bosques, crean alfombras en la tundra, incluso se les puede encontrar tapizando el suelo de la Antártida. Los líquenes no solamente pueden asociarse con las algas. Tienen la capacidad de simbiotizarse con las cianobacterias: son bacterias que pueden hacer fotosíntesis.
Los líquenes abundan por casi todos los lugares de la tierra, resisten muy bien las bajas temperaturas, incluso cuando se congelan entran a un estado letárgico donde no les pasa nada. Y cuando sube la temperatura, dejan de estar bañados de nieve y entra luz, se deshielan y el líquen revive. Aunque, en 1866 William Nylander, liquenólogo finlandés que vivió largo tiempo en París, notó la falta de líquenes en lugares como jardines. Dedujo que tal vez era por el ambiente urbano y su clima se convertía en un lugar sin condiciones para albergar estos organismos. En esos tiempos, la revolución industrial estaba en su auge, es el cambio de ambiente lo que llevó a París a ser un lugar seco e inhóspito.
Los estudios sobre la vacuidad de líquenes en la ciudades nos ha servido en el presente como forma de indicador ambiental.
Fuente: El País ciencia
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